
Este olivo centenario ornamental está enfermo. Todos lo miramos, con pena, con indiferencia, con desidia.
Este olivo es como el perrito que nos trae el Olentzero a nuestra casa y cuando nos aburrimos de él o nos importuna nuestras vacaciones lo dejamos abandonado en la calle.
Ese perrito al que abrimos la puerta con la esperanza de que sea un autodidacta y haya aprendido los hábitos de comportamiento que nosotros no le hemos enseñado y haga sus «cositas» en su sitio.
Ese perrito que demanda cariño en puerta de casas ajenas, del que todo el mundo sabe su nombre pero que cuando se acerca mendigando una caricia recibe una patadita de rechazo.
Ese perrito que cuando enferma, lo sacrificamos porque el Olentzero nos traerá otro.
Ese perrito es NUESTRO olivo. Replantado,cuando nos lo trajo el Olentzero, en el parque del HOGAR DEL JUBILADO.
Olvidamos cuidarlo y ahora que ha enfermado lo sacrificaremos para que sea sustituido por otro arbolito o quizá peor… por un conjunto de juegos infantiles. Otro mas.